«The Last Shift»: dos tipos muy diferentes unidos por la comida rápida

Las películas más exitosas en taquilla (y de las que más hablamos tanto en la calle como en internet) suelen ser largometrajes de acción, de súper héroes, de grandes franquicias o de terror. Y todas ellas tienen un nexo en común: la adrenalina.

Mucha gente entiende que pagar por una entrada de cine o pasar dos horas quieto en el sofá de casa es igual a vivir una especie de montaña rusa en forma de película. Y eso es absolutamente lícito, faltaría más.

La cuestión es que muchos de esos respetables largometrajes (no será un servidor el que critique las películas de Marvel, de DC Cómics o de Star Wars) a veces se nos olvidan al poco tiempo. Y no porque no den lo que prometen, sino porque a muchos les falta ese extra de mensaje que deja poso, ese trasfondo emocional que nos sacude de arriba a abajo.

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Muchas veces encontramos eso mismo en películas más sencillas, cintas que a su vez son más humildes y menos promocionadas. Pero menos es más en algunas ocasiones.

«The Last Shift» es de las segundas. Una película humilde, poco publicitada y con una historia que -desde fuera- puede parecer sencilla y rutinaria pero que es capaz de conectar con nosotros. Porque, no nos engañemos, al final del día nuestras vidas se parecen mucho más a esa rutina de levantarse, ducharse, ir a trabajar y volver a casa cansado que a ese parque de atracciones visual y ruidoso que ofrece Marvel y similares.

Dirigida por Andrew Cohn (realizador tras los magníficos documentales «Night School» y «Warriors of Liberty City»), «The Last Shift» nos cuenta la historia de Stanley, un empleado del mundo de la comida rápida que se acerca a su jubilación tras 38 años en el mismo puesto de trabajo.

Todo cambiará cuando tenga que enseñar a su sustituto: un joven afroamericano que acaba de salir de prisión.

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Lo que en principio serán roces por las distintas maneras de ver el mundo de cada uno, pronto será un cambio notable en las vidas de los dos. Y es que tanto uno como el otro verán que pueden aprender cuestiones vitales, filosóficas, sociales, laborales e incluso políticas del otro. Es decir: de esa misma persona que al principio menospreciaban implícitamente.

Una historia tan sencilla y bella como la vida misma que se ve amplificada por las notables actuaciones de Richard Jenkins y Shane Paul McGihe. Dos tipos absolutamente diferentes en todos los aspectos, pero que destilan química en cada plano posible de este largometraje. La magia del cine.

Si estás harto de explosiones, disparos y fuegos de artificio, «The Last Shift» es una posible alternativa. Una cinta tan sencilla como efectiva en su mensaje. Una película sobre lo simple y complejo de la vida en la que dos personas muy diferentes se enseñarán más que cualquier universidad del mundo. Maravillosa.