‘The Infamous’ de Mobb Deep: bienvenido a las calles de Nueva York
Es un secreto a voces que durante la década de los ochenta, Ronald Reagan introdujo crack en las calles, e incluso se dice que financió cuestiones como la contrarrevolución de Nicaragua con el dinero recaudado de ese modo, algo tan surrealista como sucio, deshonesto y, según parece, real.
Y claro, el resultado de ello no pudo ser más directo: trapicheos a mayor y menor escala, violencia desbordada, prostitución a cambio de drogas, pandillas y un larguísimo etcétera de acciones y actitudes que desembocaban directamente en los barrios pobres, especialmente en unos suburbios de Nueva York que convertían a un pequeño porcentaje de sus habitantes en millonarios yuppies que cumplían el sueño americano… Y al resto de los ocho millones de habitantes en meros supervivientes, en el mejor de los casos.
En este contexto crecieron Havoc y Prodigy en el barrio de Queensbridge (ese que cruzas cuando te diriges del JFK a Midtown Manhattan) y cuando formaron el legendario grupo Mobb Deep su letras, su estilo de rimas y sus bases instrumentales no podían sino ser totalmente crudas. Por esa razón (y aun estando lejos de ser un éxito), su primer larga duración titulado ‘Juvenile Hell’ ya dejaba ver clara y objetivamente la naturaleza lírica y sonora del dúo que, tal como indicaba el título del álbum, no se acercaba ni de lejos a la moda más jazzy de aquella época; De la Soul y A Tribe Called Quest o los afro-céntricos Public Enemy o Brand Nubian.
Pero fue con el segundo álbum y ya en 1995 -aunque seguían siendo unos críos- cuando el grupo de Queens lanzó ‘The Infamous’ y lo cambió todo. Si Nas y Wu-Tang habían perfilado el sonido callejero de lo que sería el rap en los noventa (aunque cada uno con un sonido característico) podemos decir que Mobb Deep pudieron ir más allá cuando se trataba de crear una atmósfera instrumental y de rimas que realmente captara toda la presión, la dureza, la sobriedad, la violencia y la tristeza de aquella época en aquel sitio concreto.
En temas como ‘The start of your ending’, ‘Eye for an eye’, «Temperature’s rising», ‘Up north trip’, ‘Right back at you’, ‘Cradle to de grave’ y sobre todo las legendarias ‘Survival of the fittest’ y el himno ‘Shook ones, part 2’ el grupo fue capaz de teletransportarnos a los bloques de ladrillos de protección oficial, las canchas de basket, los parques y sus bancos en donde los trapicheos explotaban y se convertían en violencia desmesurada día sí, día también. Havoc y Prodigy crearon un sonido compacto y definido que no se podía imitar fuera de ese contexto; había mucho talento en el dúo pero también un ambiente alrededor que dio lugar al nacimiento de un álbum cuyo sonido es como plantarse en un ghetto de Nueva York a mediados de los noventa.
Muchos otros intentaron imitar ese sonido ese mismo año y el siguiente (más tarde con la explosión de Bad Boy Records y similares el objetivo de la música rap se volvió más limpia, melódica y mainstream) sin el mismo éxito, aunque dando lugar a probablemente la mejor época de la historia del hip hop. Un momento en el tiempo en que podías vender un millón de discos sin necesidad de hacer una música accesible y unas letras simples y repetitivas; los álbumes se vendían porque contaban historias de verdad y aún poniendo el álbum a día de hoy puedes sentir y oler esas calles, escuchar las sirenas de la policía e interiorizar una verdadera experiencia musical trascendente con una historia real en su alma.
Reproducir ‘The Infamous’ es como viajar en una máquina del tiempo a los bloques de Queens.
El siguiente LP de Mobb Deep se titularía ‘Hell on Earth’ y también sería sobresaliente, pero aún siendo absolutamente destacable no llegaría a las cuotas de su antecesor, cuya portada ya es una declaración de intenciones. Havoc y Prodigy fueron capaces de encapsular el sonido de tal manera que reproducir ‘The Infamous’ es como viajar en una máquina del tiempo a los ‘proyectos’ de Queens. Y por esa razón aunque Prodigy nos haya dejado físicamente nunca se habrá ido del todo, fue capaz de crear junto a su compañero una obra magna en la que incluso hoy puedes sentir el frío del acero en tu cuello al darle al play.
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