¿Merece la pena volver a ver el clásico «Space Jam»?
En 1996, Michael Jordan (Nueva York, 1963) no solo era el jugador de baloncesto más famoso del mundo, también la estrella del deporte más reconocida del globo y una de las máximas celebridades a todos los niveles.
No hace falta decir que su nombre servía para vender ropa de deporte, cromos, cereales, juguetes e incluso calzoncillos.
Y después de que todas las industrias y gremios del mundo sacaran tajada del apellido Jordan le llegaba a la más ambiciosa y creativa: Hollywood. Es por ello que en el momento álgido de su fama como jugador, Warner Bros lo llamó para protagonizar su propia película, a lo que el deportista dijo que sí. Venía de practicar en sus propias cintas de vídeo que había a la venta y también de trabajar en un videoclip con Michael Jackson, así que había un mínimo de experiencia.
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Tarde o temprano Holywood llamaría a Jordan
En Warner no son tontos y sabían que había que inventar una formula para llevar a los fans adultos del basket a las salas y también a los niños, con lo que idearon el plan perfecto: juntar en una historia a Jordan con los Looney Tunes, que también eran propiedad de la casa.
Los guionistas Leo Benvenuti, Steve Rudnick, Timothi Harris y Herschel Weingrod se pusieron manos a la obra y crearon un relato en el que se mezclaba acción real con dibujos animados. Lo mejor de los dos mundos… en los noventa. Como todos sabemos, la cinta se acabaría llamando «Space Jam», título bastante literal… dicho sea de paso.
El elegido para dirigir la cinta sería Joe Pytka (que venía sobre todo del mundo del vídeo clip) y la historia contaría como Bugs Bunny y sus amigos desafían en un partido de baloncesto a los Nerdlucks, para decidir así el destino de los Looney Tunes.
Lo que no saben los protagonistas es que los Nerdlucks cuentan con un arma secreta: son capaces de hacerse con las habilidades de Charles Barkley o Patrick Ewing. Así que los Looney Tunes tendrán que ir más allá para asegurarse la victoria, con lo que raptarán nada más nada menos que a Michael Jordan para que juegue en su equipo.
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«Space Jam» se estrenó a comienzos del 97 y lo hizo con críticas tibias pero gran éxito en taquilla. La cinta daba lo que prometía, ni más ni menos: un buen ritmo, chistes fáciles, cameos de jugadores de la NBA y secundarios de lujo como Bill Murray, funcionaba para los más pequeños y los mayores se quedaban sin algún que otro guiño o lectura para ellos. No se puede tener todo.
Ver de nuevo «Space Jam» en 2020 significa redescubrir una cinta familiar digna con un enfoque marcadamente infantil (más aun del que recordaba) pero igualmente entretenida. No da vergüenza ajena como muchos otros productos fruto de su tiempo, pero tampoco será reivindicada como cinta más allá de lo original de su propuesta (queramos o no, juntar a Jordan y a los Looney Tunes era una idea magnífica).
Si sabes a lo que vas y si no pones las espectativas muy altas, «Space Jam» sigue siendo una curiosidad histórica decente que es además una perfecta radiografía de su tiempo. Un entretenimiento ligero, original y no mucho más… y quizás tampoco hace falta.
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