Review de «Los pecadores»: porque el blues se lleva en la sangre

Aunque su filmografía era anterior, lo cierto es que el realizador Ryan Coogler , que acaba de estrenar «Los Pecadores», llamó nuestra atención inicialmente con la genial «Fruitvale Station» (2013), para luego hacerse un nombre a escala mundial con blockbusters de la talla de «Creed: La leyenda de Rocky» o las dos películas de «Black Panther».

Pero lo interesante de alguien con el inmenso talento narrativo del de Oakland no es su habilidad para sacar adelante taquillazos mundiales de manera respetable, sino su capacidad para contar historias más complejas, profundas, identificables y personales.

Y justo eso es lo que entrega en «Los pecadores» («Sinners» en Estados Unidos) junto a un elenco –que no puede estar mejor– formado por el habitual Michael B. Jordan, Hailee Steinfeld, Miles Caton y los siempre efectivos Delroy Lindo u Omar Benson Miller.

La historia narra la vuelta de dos hermanos gemelos a su pueblo natal, huyendo de los problemas de la gran ciudad, para comenzar de nuevo, intentar montar un negocio fructífero y salir adelante en los racistas y complicados años veinte. Por desgracia, los problemas serán más complejos, imprevisibles y oscuros de lo que esperan.

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Aunque la mezcla entre drama racial y vampiros podría no parecer sencilla de cohesionar, el trabajo de Coogler aquí es sencillamente increíble a todos los niveles, dando lugar a una película que, sin temor a equivocarnos, será considerada de culto y llevará la etiqueta de obra maestra.

La dirección, la fotografía, las actuaciones o la música (otra de las grandes protagonistas), todo parece inmejorable en «Los pecadores». Y es que, si alguien creía que el cine de gran factura había muerto en plena época de la dinámica de la cantidad frente a la calidad en la época de las plataformas, que corra a ver una genialidad llamada «Los pecadores». Magnífica.