¿Por qué el mundo ha olvidado la película “Mentes peligrosas”?
En 1995, el rap era lo más fresco y subversivo en el mundo, aunque ya estaba lejos de ser algo nuevo. La irrupción de muchos de los grandes iconos del género en los dos años anteriores, la estética que empezaba a ponerse de moda a nivel global y el éxito de cintas de realizadores como Spike Lee convirtieron aquel momento en el idóneo para la explotación del subgénero ghetto o hood que irían englobados dentro del de drama.
Y claro, las grandes productoras no iban a quedarse sin su parte del pastel, con lo que empezaron a poner toda la carne en el asador (y ya está bien de símiles gastronómicos). Don Simpson y Jerry Bruckheimer (siempre a la caza de la comercialidad más rentable) lo vieron claro y se tiraron a la piscina, pero apostando fuerte y yendo a los pilares que funcionarían.
«Mentes peligrosas» fue un producto estudiado para su éxito
Aquella película se llamaría «Mentes peligrosas» («Dangerous Minds» en su título original, aquí respetado en la traducción) y sería un producto de consumo global estudiado hasta el más mínimo detalle, aunque quisiera transmitir ese halo de tener un pie en la calle.
La película acabaría siendo decepcionante como largometraje, pero daría sus dividendos, que es lo que buscaban los productores.
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Como en tantas cintas de la época, la promoción vino sola de la mano de la banda sonora. Y es que todo el mundo ha escuchado hasta el hartazgo aquel «Gangsta’s Paradise» de Coolio. La canción incluía un sample de la magnífica ‘Pastime Paradise’ de Stevie Wonder (se adaptaba también el estribillo) y una magnífica letra de Coolio.
El tema sonó hasta en el último país del mundo e hizo una promoción inmejorable de una película vacía y superficial, aunque no fue capaz de darle una carrera digna y longeva a su intérprete.
En la dirección contaron con John N. Smith, un canadiense que había cosechado gran éxito de crítica con el telefilme «Los niños de San Vicente»; es decir, alguien tan bueno como barato.
Y es que el capital principal debería irse para una cara conocida que diera credibilidad a la cinta, hablamos de Michelle Pfeiffer que venía de hacer «Lobo», «La edad de la inocencia» y «Batman Vuelve». Pfeiffer era un rostro respetable y atractivo que debía arrastrar a la gente al cine.
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«Mentes peligrosas» narra la manida historia de una profesora inexperta que llega a un conflictivo instituto californiano en que cada uno de los alumnos cuenta con una buena ristra de problemas.
Con fe, coraje y tesón (y un pasado oculto), la profesora intentará hacer de ellos jóvenes de provecho. Y hasta aquí podemos leer, por si hay alguien en el globo que aún no le ha dado aún un visionado.
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La cuestión con una de las películas más sonadas de 1995 (año en que competía con «Seven», «Heat» o «Sospechosos habituales») es que bajo ese halo de credibilidad callejera y drama complejo y profundo se escondía una película simple, previsible y a la carta por la moda del momento.
Es por ello que la cinta ha quedado absolutamente olvidada, aun proviniendo de unas fechas de las que aún recordamos maravillosos títulos que quedaban para la posteridad, como los anteriormente mencionados.
«Dangerous Minds» podía haber pasado a la historia como «Clockers» (Spike Lee) o «Semillas de rencor» (John Singleton) pero sus productores prefirieron hacer caja, entregar un producto vacío de mercadotecnia y, como ha acabado pasando, si el tiempo la dejaba en el olvido pues aquí paz y después gloria.
Es por eso que el mundo ha preferido ignorar la cinta: el cine puede ser un arma valiosísima que deja poso y un entretenimiento inmejorable, pero para ello había que tener más objetivos que únicamente vender entradas de cine.
Y si quieres resarcirte con algo verdaderamente puro, echa un vistazo a las lecciones de marketing de Griselda.